DUELO EN INFANCIA Y ADOLESCENCIA

¿QUÉ ES EL DUELO?

Una de las definiciones de la palabra duelo, hace referencia al dolor o aflicción causados por la muerte de alguien, aunque habría que añadir que no sólo ante la muerte de una persona se genera un duelo, sino también a partir de una pérdida, ya sea de un ser humano, una relación o un miembro de nuestro cuerpo.

Tradicionalmente, las teorías sobre el duelo, se han basado en la identificación de fases o etapas de adaptación, comenzando con la muerte del ser querido y siguiendo por una serie de reacciones emocionales, hasta que la persona llega a una recuperación:

1) Negación y aislamiento: La negación nos permite amortiguar el dolor ante una noticia inesperada.

2) Ira: La negación es sustituida por la rabia y el resentimiento; surgen todos los por qué. Es una fase difícil de afrontar para los padres y todos los que los rodean; Luego pueden responder con dolor y lágrimas, culpa o vergüenza

3) Negociación: Ante la dificultad de afrontar la difícil realidad, surge la fase de intentar llegar a un acuerdo para intentar superar la traumática vivencia.

4) Depresión: Cuando no se puede seguir negando la persona se debilita, y se verá invadida por una profunda tristeza. Es un estado, en general, temporario y preparatorio para la aceptación de la realidad.

5) Aceptación: quien ha pasado por las etapas anteriores en las que pudo expresar sus sentimientos contemplará el próximo devenir con más tranquilidad.

A pesar de esta clasificación por etapas, hay personas que no atraviesan estas etapas o no siguen una secuencia identificable.

Es conveniente, estar atentos a la aparición de algunos síntomas que pueden indicar que el duelo no se está elaborando de manera funcional como:

    SÍNTOMAS DE ALERTA

- Llorar en exceso durante periodos prolongados

- Rabietas frecuentes y prolongadas

- Apatía e insensibilidad

- Un periodo prolongado durante el cual el niño pierde interés por los amigos y por las actividades que solían gustarle.

- Frecuentes pesadillas y problemas de sueño.

- Pérdida de apetito y de peso.

- Miedo de quedarse solo.

- Comportamiento infantil (hacerse pis, hablar como un bebé, pedir comida a menudo…) durante tiempo prolongado.

- Frecuentes dolores de cabeza solos o acompañados de otras dolencias físicas.

- Imitación excesiva de la persona fallecida, expresiones repetidas del deseo de reencontrarse con el fallecido.

- Cambios importantes en el rendimiento escolar o negativo de ir a la escuela.

Hay que ser completamente honestos con el niño/a. Acompañar a un niño en duelo significa ante todo NO APARTARLE de la realidad que se está viviendo, con el pretexto de ahorrarle sufrimiento. Incluso los niños más pequeños, son sensibles a la reacción y el llanto de los adultos, a los cambios en la rutina de la casa, a la ausencia de contacto físico con la persona fallecida…, es decir, se dan cuenta que algo pasa y les afecta. Solamente en el caso de muertes repentinas e inesperadas, sería aconsejable (aunque no siempre posible) apartar al niño durante las primeras horas. El niño puede y debe percibir que los adultos están tristes, o que lloran, que lo sienten tanto como él, pero evitaremos pueda presenciar escenas desgarradoras de dolor y pérdida de control de los adultos. No es aconsejable decir delante del niño cosas como "yo también me quiero morir" o "¿Qué va ser de nosotros?"